La piromancia es un arte adivinatorio que data prácticamente de el Neolítico y el descubrimiento del fuego, pero que tuvo su auge en la época de la Antigua Grecia, y que consiste en la adivinación del futuro por medio de la interpretación del fuego (llamas, color, crepitaciones…). Se atribuye a Hefesto (dios del fuego y de la forja) la creación de este arte adivinatorio y se cree que fue una de las primeras artes adivinatorias que existieron en el planeta.
Esta mancia era de uso exclusivo de magos y sacerdotes de los templos, o de forma personal, para las familias que se pudieran permitir el coste del trabajo de los sacerdotes y los magos en sus propias casas, ya que esta mancia no se tomaba a la ligera pues se creía que tenía mucho poder.
Normalmente se usaban tres velas o antorchas, que se prendían, y entonces el consultante empezaba a formular las preguntas y dependiendo de la forma de actuar que tuviese el fuego, los magos y sacerdotes lo interpretaban y se lo comunicaban. Las personas que eran más dadas a demandar estos servicios eran los altos cargos de Grecia, como los gobernantes y los políticos.
Hoy en día esta práctica se sigue usando para conseguir adivinar el futuro de los consultantes, pero a lo largo de la historia, han ido surgiendo variantes de esta técnica que no solo usan el fuego sino también otros métodos relacionados con el fuego, como la interpretación del humo producido por las velas a lo que se le conoce como la capnomancia, o la interpretación de las brasas del fuego y sus cenizas, que se conoce como alomancia.
Por mucho tiempo que pase, nuestra conexión mental y espiritual con el fuego no cambiará, ya que hemos crecido, desarrollado y evolucionado en torno a él y está presente en nuestro día a día, por lo que no es de extrañar que la práctica de la piromancia se siga ejecutando en un futuro y que sea una de las practicas más poderosas.
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