La sociedad secreta de Abakua tuvo su origen en los antiguos cabildos de esclavos carabalí, precursoras en Cuba, con los de otras tribus o naciones africanas, de las sociedades de recreo y de las de Socorros Mutuos que se multiplicarían más tarde en aquella Isla.
Estas agrupaciones de ñáñigos, como se les llama corrientemente con secular desprecio, se denominan Potencias o “tierras, juegos o partidos”.
La confraternidad tuvo siempre por objeto en lo social, prestar ayuda económica a sus individuos en momentos de necesidad, con el producto de cuotas mensuales que aseguraban un fondo común, y en lo secreto, protegerlos por medio de una alianza con poderes espirituales, contra lo que llenaremos los peligros imponderables, tales como maleficios o daños, ataques de los brujos que se valen de fuerzas maléficas para obstruccionar la suerte, arruinar la salud y el alma, provocar la enfermedad y la muerte y causar todo género de quebrantos.
Los “obonekues” –cofrades- deberán amarse y servirse como hermanos y guardar la más absoluta reserva sobre el culto de Ekue y los ritmos herméticos de la confraternidad. Este es el primer compromiso que contraen al iniciarse.
La liturgia se celebra a puerta cerrada y solo entre adeptos, en el interior del Famba o cuarto sagrado destinado al Secreto, en las casas que ocupan las potencias o “tierras”.
Los signos que se dibujan en el cuerpo del recipiendario para las pruebas de la iniciación “rayas, fimbas, marcas” lo unirán hasta la muerte y más allá de la muerte, a la fuerza misteriosa que veneran, a los espíritus de los antepasados y a sus hermanos en la religión, con lazos más estrechos que los del parentesco sanguíneo.
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