Esta historia comienza en un escondido camino de la sierra del Moncayo. Un día las vidas de un viejo mendigo harapiento y el rey musulmán de Tarazona se cruzaron en este camino. Entablaron conversación y el mendigo ofreció al rey una oferta que no pudo rechazar. El harapiento levantaría un castillo digno de un rey en solo una noche a cambio de ser nombrado alcaide. El rey rió a carcajadas sabiendo que aquello era imposible por lo que aceptó seguro de no tener que cumplir su parte del trato.
El mendigo también rió bajo su capa mientras el rey se alejaba por aquel camino con su séquito. Lo que el rey no podía imaginar es que aquel mendigo harapiento era un mago nigromante. Esa misma noche el anciano invocó a los cuatro elemnentos y a todos los seres mágicos. Leyendo conjuros de un raído y viejo libro el anciano estuvo trabajando toda la noche.
A la mañana siguiente se presentó ante el rey ofreciéndole unas llaves de oro. Le aseguró que ahí le entregaba la llave del castillo que le había prometido el día anterior. El asombro del rey fue infinito al ver que en lo alto del pueblo de Trasmoz había una majestuoso castillo donde la noche anterior no había más que matorrales y rocas. Siglos después, ahí sigue la obra del mago nigromante coronando el pueblo de Trasmoz y cuidando de sus gentes.
Cuentan que dentro del castillo todo tipo de actos paganos, aquelarres y hechicería de brujas han tenido lugar durante todos estos años. Solo los habitantes de Trasmoz saben la verdad.
La presencia de brujas en el pueblo y en el castillo ha sido constante. A ellas se las culpaba de todos los males del pueblo pero realmente eran sabias curanderas. En 1860, una plaga asoló la zona y culparon a Joaquina Bona Sánchez la tía Casca. Los habitantes la persiguieron hasta arrojarla colina abajo y así fue como murió la bruja de Trasmoz.
El conocido escritor Gustavo Adolfo Becker desde el monasterio de Veruela escribió «Cartas desde mi celda» y con ello alentó la leyenda. Dejó cartas escritas a las brujas del pueblo: la Casca, la Galga y la Dorotea.
La Dorotea, huérfana y acogida por su tío, el cura del pueblo, cambió el agua bendita e hizo un pacto con una anciana, sirviente del mal, a cambio de un vestido.
A raíz de todos estos sucesos y leyendas el pueblo de Trasmoz, a día de hoy sigue manteniendo su historia viva. Todos los años rinden homenaje a las sabias curanderas y alquimistas que han habitado en el pueblo. Rinden culto a las brujas de Trasmoz.
Y todas a caballo de sus escobas, los habitantes de Trasmoz, veían pasar una banda de brujas que iban a celebrar sus ritos a la sombra del castillo.
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