Las flores, estos seres vivos copan nuestro mundo, llenándolo de diferentes colores y aromas, que estarán asociados de por vida en nuestra cabeza a una flor en concreto, a su vez, también están asociadas a nuestros sentimientos y emociones, y por eso se las regalamos a las personas que son importantes en nuestra vida, pero lo que muy poca gente sabe es que tienen un significado oculto.
Las flores son una perfecta representación de como debería ser el alma, ellas son inocentes, bellas, fugaces y a la vez eternas, están en un continuo ciclo de regeneración, representando la regeneración continua que experimenta el universo.
Este ciclo regenerativo que sufren las flores una y otra vez habla del ciclo de la vida y la muerte continuo en el que los seres humanos estamos embarcados, pero no solo eso, las flores, al ser un recordatorio de como debe ser el alma, nos ayudan a encontrar el camino que debe recorrer nuestra alma para conseguir los dones que le otorgarían la inmortalidad, de acuerdo con las tradiciones esotéricas. Ya que, el lugar de descanso habitual del alma se suele asociar con enormes jardines vistosos y floridos, esto lleva siendo así desde mucho antes del Cristianismo, ya en la antigua Grecia, se asociaba “el Jardín de las Hespérides” con el lugar de descanso inmortal del alma.
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