Erase una vez una noche de Halloween, en donde mi hermano Gael y yo estábamos deseando salir a pedir caramelos. Ya enfundados en nuestros disfraces, mi hermano de calabaza y yo de bruja, nos disponemos a salir a la calle, cuando de repente escuchamos una voz que decía “los niños son el mejor caramelo”, Gael y yo nos miramos aterrorizados por unos segundos, y enseguida comprendimos que sería una broma de Halloween.
Ya en la calle dispuestos a recolectar la mayor cantidad de caramelos posibles, nos damos cuenta que las calles están vacías, llamamos a todas las casas y nadie nos contestaba, no sabíamos que es lo que ocurría, solo que había desaparecido todo el mundo.
De repente volvemos a escuchar esa voz escalofriante que esta vez decía “vosotros sois los siguientes”.
El día después de la noche de Halloween, solo apareció en medio de la calle el gorro de bruja de la niña y la cesta donde se disponían ella y su hermano Gael a guardar los caramelos.
Nunca más se supo de ellos, ni del resto de los niños del pueblo y ni cuál fue el motivo de todas esas desapariciones.
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