Para los celtas, la magia era una cosa tan corriente como respirar. No consistía en algo reservado para ocasiones especiales, como los bellos entretejidos de su artesanía. Al igual que los complicados diseños que decoraban sus utensilios de uso diario, la magia formaba parte de la rutina de cada día.
Los celtas no tenían inconveniente alguno en reconciliar el materialismo con la perspicacia interior, porque se daban perfecta cuenta de que una se encuentra presente en la otra, y viceversa; de que la materia no es sino espíritu solidificado. Hoy en día, nos encontramos con dificultades para aceptar la ley mágica.
Nuestras mentes vienen siendo bombardeadas por prejuicios hasta programarnos para creer que la mezcla de lo espiritual con lo material es imposible. Pero se nos ha enseñado un error: el de que, si somos espirituales, no podemos ser materialistas, me refiero a interesados en el bienestar material; no a controlados por las cosas materiales. Si seguimos creyendo en estas mentiras, nos colocamos dentro de la zona estancada que nos prohíbe manifestar a través de a magia lo que necesitamos en nuestras vidas.
La magia ritual elimina esa programación, a veces con efectos drásticos, en las personas con falta de preparación. La práctica de la magia hará que rápidamente asome el lado oculto de un mago. Por ello es por lo que es tan importante para éste conocerse auténtica y realmente y ejercitarse en la autodisciplina.
La magia ritual no es otra cosa que el hecho de tomar energía de otro plano de la existencia y entretejerla con ideas, palabras y prácticas específicas hasta que adopte la forma física deseada o algún resultado en este plano de la existencia. Toda la idea general de la magia es la de ponerse en contacto con los diferentes depósitos de energía que existen en una dimensión que no es la nuestra.
Los magos lo hacen de forma deliberada, porque esas energías pueden manifestarse gracias a sumarse a aquellas con que ya contamos en nuestro interior. La finalidad primordial del ritual es la de crear un cambio, lo que no podemos llevar a cabo sin que ambas energías se combinen. Necesitamos la ayuda de esos depósitos de energía, que reciben los nombres de dioses, deidades o elementos.
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